Mientras tanto estoy disfrutando del viaje que recorro hasta encontrarme con tus ojos. Oh dios mío, quiero que me mires y no lo haces. Creo que en algún momento caeré sin remedio.
Me agito aún más alocada divagando sobre lo que será cuando me mires y repares en mi. No pretendo impresionarte con lo que sé que no tengo. Pero sí quiero que me mires, que me mires mucho. Que te fijes en mis labios, y te permito que te pierdas alguna de mis palabras porque pienses en ellos.
No se, creo que también quiero que me roces. Rózame con los dedos en el brazo y equivócate pensando que eso no me ha provocado un escalofrío. Y vuélvelo a intentar, por favor. Fija un camino con tus dedos en mi brazo y en el instante que lo hagas vuelve a mirarme, esta vez hazlo de verdad. Hazlo para volver a equivocarte pensando que eso no me ha dejado sin aliento.
La espera se hace eterna y no me miras. Y todo se va apagando, no hay luces en navidad, el trafico en Madrid ha desaparecido, los monumento se han caído. Y ya no siento nada, no deseo nada. Ya no hay nada. Y como antes había pensado el camino de la ilusión ha sido efímero. Tan corto que la caída ha sido más dura más larga. En la llana desilusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario