Otra vez. Tus ojos inyectados en sangre y mis labios secos susurrando algo muy turbio. Aprietas la soga que rodea mi cuello, que me oprime la garganta y a la vez cosquillea mi nuca. Qué sensación. De ahogo hasta el dolor y de cosquilleo hasta el placer.
Deleite y miedo. Necesidad y orgullo. Ambigüedad y cinismo. Monet y Pollock. Botticelli y Rembrandt. Tú y luego tú, y se acaba y sigues siendo tú; y ya no hay soga, y la necesito.
¿Necesitas lo que te duele porque te da placer? ¿Te da placer que te duela? ¿Te gusta algo que no te pueda llegar a doler? ¿O todo lo que se ama duele?